Secuestro de las decisiones con la falacia del coste hundido
El poder del sesgo de los costos hundidos en nuestras decisiones secuestradas
La falacia del costo hundido es uno de los sesgos cognitivos más comunes y, a la vez, más perjudiciales en la toma de decisiones.
Se manifiesta cuando una persona, en lugar de elegir la mejor opción posible en el presente, sigue comprometida con una decisión pasada debido a la inversión previa de tiempo, dinero o esfuerzo, aunque la evidencia indique que es mejor abandonarla.
Este sesgo tiene implicaciones profundas en múltiples aspectos de la vida como:
Relaciones personales que se mantienen solo por el tiempo invertido, inversiones fallidas que continúan drenando recursos, carreras profesionales en las que se persiste a pesar de la insatisfacción, y hasta estrategias empresariales o de inversión que no se abandonan pese a su ineficiencia.
Aunque parezca una simple tendencia irracional, la falacia del costo hundido está profundamente arraigada en la psicología humana.
Explorar su naturaleza, sus manifestaciones y sus consecuencias nos ayudará a entender por qué caemos en ella y cómo podemos evitarla.
¿Qué es la falacia del costo hundido?
El concepto de "costo hundido" proviene de la economía y se refiere a cualquier inversión que ya ha sido realizada y que no se puede recuperar.
Una falacia, por otro lado, es un error de razonamiento. La falacia del costo hundido ocurre cuando las decisiones se ven influenciadas por los costos ya incurridos, en lugar de basarse en un análisis racional del presente y del futuro.
Desde una perspectiva lógica, una vez que un recurso ha sido gastado y es irrecuperable, no debería influir en una decisión futura.
Sin embargo, en la práctica, los seres humanos tenemos dificultades para ignorar estas inversiones previas, lo que nos lleva a tomar decisiones subóptimas.
Este fenómeno se explica por una combinación de factores psicológicos y emocionales, como el miedo a la pérdida, la disonancia cognitiva y la tendencia a justificar decisiones previas para proteger nuestra autoestima.
Ejemplos cotidianos de la falacia del costo hundido
Aunque la falacia del costo hundido es un concepto abstracto, se puede observar en la vida diaria en diversas situaciones.
1. En relaciones personales
Es común que las personas permanezcan en relaciones amorosas, amistades o incluso asociaciones laborales que ya no les aportan felicidad ni beneficios.
La razón suele ser la cantidad de tiempo, esfuerzo o emociones invertidas.
“Después de cinco años juntos, no puedo dejarlo todo ahora.”
Este tipo de razonamiento ignora el hecho de que la felicidad futura no depende del tiempo pasado, sino de la calidad de la relación en el presente y el futuro.
2. En inversiones y negocios
Muchos empresarios y emprendedores cometen el error de seguir invirtiendo en proyectos que han demostrado ser inviables.
Por ejemplo, un restaurante que ha estado operando con pérdidas durante años podría seguir funcionando solo porque el dueño ya ha gastado demasiado dinero en él.
“He invertido tanto en esta empresa que no puedo abandonarla ahora.”
Sin embargo, en estos casos, la mejor decisión suele ser reconocer la realidad y cortar las pérdidas antes de que sean mayores.
3. En decisiones de la vida diaria
Terminar un libro aburrido solo porque ya se ha leído la mitad.
Seguir viendo una película mala porque ya se ha visto una hora.
No devolver una prenda de ropa costosa aunque no guste, porque “ya está comprada.”
En todos estos casos, la inversión pasada ya no debería influir en la decisión actual, pero la psicología humana nos empuja a aferrarnos a lo que ya hemos gastado.
Cómo el costo hundido afecta la toma de decisiones
La falacia del costo hundido se sostiene en varias bases psicológicas y económicas:
Miedo a la pérdida: Evitar la sensación de desperdicio puede llevarnos a seguir invirtiendo en algo que ya no tiene sentido.
Disonancia cognitiva: Justificamos nuestras acciones pasadas para evitar admitir que nos equivocamos.